Un sistema de complejidad irreductible (según Michael Behees, el creador del término) es uno «compuesto de varias partes que interactúan en conjunto para contribuir a su función básica, tal que la eliminación de una de sus partes causa la ineficacia de todo el mecanismo». Este argumento creacionista concluye que estos sistemas biológicos no pueden ser producto de la evolución y que por ende tiene que ser la obra de un creador. El ojo es un órgano de suma complejidad y con base en esto ha sido citado innumerables veces como ejemplo de complejidad irreductible: «¿De qué iba a servir medio ojo?», parecen pensar los creacionistas. Darwin, en El origen , argumentó de manera acertada que se podía demostrar que un ojo, con complejidad reducida, era de suma utilidad para las especies que los portan en cada una de sus instancias de mejora gradual, de tal manera que la objeción había sido anticipada y debilitada ya con una plausible aproximación de lo que luego se sabría fue
«La vida es sólo un vistazo momentáneo de las maravillas de este asombroso universo. Es triste que tantos la estén malgastando soñando con fantasías espirituales» Carl Sagan.