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La historia de cómo se solucionó el reparto de una herencia de 35 caballos entre tres hermanos.

Ésta es la historia en la que una vez, íbamos mi hermano y yo por un sendero, montados en nuestro caballo, hablando de algo que para mucha gente no tiene demasiada (a veces ninguna) importancia. Hablábamos de matemáticas. mi hermano era muy bueno haciendo todo tipo de cálculos mentales, además de que había desarrollado la habilidad de contar excepcionalmente rápido. Había muchas cosas que él decía y que nunca terminaba por comprender.

Mientras avanzábamos por un sendero, observamos a un lado del camino un grupo de caballos, y al lado de ellos tres personas que discutían acaloradamente. Se podía oír que hablaban de cómo repartir los caballos entre los tres, pero no parecían ponerse de acuerdo.

–Buen día señores–, dijo mi hermano. Que mientras nos acercábamos ya había distinguido que se trataban de 35 caballos. –Si ustedes me lo permiten, podría intentar solucionar su problema–, dijo caballerosamente. Y después de pensarlo brevemente, los tres accedieron a escuchar la propuesta de mi hermano.

Nuestro padre ha fallecido–, explicó el mayor de los tres –y nos ha dejado como herencia estos 35 caballos diciendo que para mí, el hermano mayor, me corresponde la mitad de los caballos, a mi hermano siguiente le corresponde la tercera parte y al último de mis hermanos le corresponde la novena parte. Pero no nos hemos podido poner de acuerdo en cómo hacer la repartición, debido a que 35 no tiene ni mitad, ni tercera ni novena parte–.

Está bien– dijo mi hermano, mientras se bajaba del caballo y me pedía que baje también yo. –Se puede solucionar–, prosiguió. –Voy a agregar mi caballo a la repartición–, dijo. Pensé por un instante en protestar, porque iba a regalar nuestro caballo a unos extraños, pero vi en sus ojos una confianza tal que llegué a la conclusión de que no iba a ser así.

–Ahora tenemos 36 caballos para hacer la repartición–, explicaba mi hermano, –Al mayor de ustedes–, señalando a los hermanos, –le corresponde la mitad, es decir 18, si hubiesen sido 35 caballos y no 36, le hubiese tocado 17.5 caballos, y como ahora tiene 18, no veo de qué pueda quejarse. Al hermano intermedio le corresponde la tercera parte, es decir 12. Si hubiesen sido 35 caballos le hubiese tocado 11.6 caballos, y como ahora tiene 12, tampoco veo de qué pueda quejarse. Al tercer hermano le corresponde la novena parte, es decir 4. Si hubiesen sido 35 caballos le habría tocado 3.8 caballos, así que tampoco veo de qué pueda quejarse. Después de repartirse a cada uno lo que le corresponde, es decir 18, 12 y 4 caballos, que suman 34, sobra uno. El cual, me parece, me merezco por solucionarles su problema–.

Los tres hermanos, más impresionados que agradecidos. Accedieron a ceder el caballo que había sobrado de la repartición.
–Nos has ahorrado nuestro precioso tiempo y posibles complicaciones–, dijo el mayor de los hermanos. –Te has ganado el caballo, tengan buena suerte–.

Y proseguimos nuestro camino, ahora con un caballo cada uno, mientras hablábamos de algo que para mucha gente no tiene demasiada (a veces ninguna) importancia...

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